domingo, 4 de noviembre de 2012

Try to take on the world

Hay días que te levantas con ganas de comerte el mundo. Con esa sonrisa que nadie te va a poder quitar en todo el día. Empezar viendo el lado positivo de tu vida. Pensando que este día va a ser para ti, porque te lo mereces. Hoy caminas mirando al frente, nunca al suelo. Con la cabeza alta, que eso nunca está demás, y ese andar típico que te caracteriza. Y te paras a mirarte en un espejo. De frente, de lado, al revés, por delante, por detrás... Todo bien. Quizá mejor de lo normal. Continuas tu trayecto. Hacia algún lugar, quien sabe donde. Y quizá te apetezca hacer alguna que otra locura. Saltar porque sí. Gritar. Reír sin ninguna razón. No obedecer ninguna norma. Ser tú por una vez, por un día. Darle un beso tan apasionado y a la vez tan dulce que no se lo espere ni él mismo. Echarte mil y una fotos con ellas. Y anochece. Vuelves a casa, pero no para quedarte, si no para calzarte los tacones más altos que tienes. A veces también necesitas sentirte una princesa. Es por un día, por una noche. Sales y bailas, lo das todo, porque hay pocos días como ese en los que te sientes tan bien y agusto contigo misma. Ahora sí. Vuelves a casa a las tantas de la madrugada. Y te acuestas feliz pensando que has conseguido tú propósito. Esperando que pronto vuelvas a levantarte otra vez con aquella ilusión por comerte el mundo.

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